Bajo la risa del verano
giraban mundos de colores.
Entonces era yo tan niña
que no sabía el nombre de las flores.
Recuerdo el pájaro atareado
y la faena de la araña
y el cielo diminuto que cabía
en mis pestañas.
Con la respiración del agua
y el riesgo de la arena
pasaba el tren de la mañana
junto a los grillos y las azucenas.
Y mientras mi candor rondaba
por las provincias de una caracola
tañían su silencio enamorado
el pez y la amapola.
Mínima
en Otoño imperdonable -1947