Octubre.
Los azahares abrían
su limpio olor a semen.
En guaridas,
nuestro instinto se erguía
como un ciervo
presintiendo la presa.
Y los pasos elásticos clavaban
un redoble de sol, sobre la tierra.
Pero no lo sabíamos.
La juventud es eso, vivirse
sin saberlo.
Sin antes ni después,
exactamente entonces.
Solo entonces
y allí. No en otra parte.
Porque el alma no espera.
Porque el alma no espera.
Se adelanta.
Los Abismos - 1978
1921
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