Opuesta al dramatismo y a la pompa del sol
que se va con trompetas y arreboles
y muestra todo igual que un nuevo rico,
la luna es muy discreta.
Y si hay un solo sol, hay muchas lunas:
está la que viene con sus garzas,
y si no tiene garzas, con la palabra garza prendida de una rama,
o, como dijo alguien una vez,
con pies de plata.
También está la que un poeta japonés
llamó frágil esquife
a través del bosque de estrellas
y el cordobés, ilustre anciana de las mitologías.
Para no mencionar la luna que es lámpara votiva detrás de la ventana,
o luz que riela sobre el agua donde cayó Li Po,
borracho, enamorado, o el norte de los perros
plateado por la luna, excusa y justificación para las sombras.
Ay, luna ingenua de los astronautas
la luna azul de la canción
y la que vi una vez, cuando esperaba todo
y el futuro no había desmentido la ilusión
de que la luna es más que el sol
rodando roja al fin de la avenida.
Argentina 1956
extraído del blog Otra iglesia es imposible